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I+D: La clave para un desarrollo que transcienda generaciones

  • antoniadelamaza
  • 22 sept
  • 2 Min. de lectura

La inversión en investigación y desarrollo (I+D) en Chile enfrenta un desafío crítico: el país destina apenas el 0,36% de su PIB a este ámbito, una cifra alarmantemente baja en comparación con el promedio de los países de la OCDE. Esta brecha limita la capacidad de desarrollar tecnologías propias, mejorar procesos productivos y fomentar la colaboración entre empresas, universidades y centros de investigación, pilares esenciales para construir un desarrollo sostenible y competitivo.


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En un mundo cada vez más marcado por las megatendencias de descarbonización y la transición hacia economías verdes y digitales, Chile tiene una oportunidad única para posicionarse como líder. Su vocación minera, clave en el suministro de minerales esenciales para esta transición, como el cobre y el litio, representa un campo fértil para invertir en innovación. Sin embargo, la industria enfrenta desafíos crecientes, como la disminución de la calidad de los minerales y la presión por adoptar prácticas más limpias y sostenibles. Aquí es donde la inversión en I+D se convierte en un catalizador imprescindible para transformar estos retos en oportunidades.


El sector minero chileno, por su peso estratégico, está en una posición privilegiada para liderar el cambio. Invertir en tecnologías limpias y en la optimización de recursos mediante innovación no es solo una necesidad operativa, sino una oportunidad histórica para transformar la minería en un motor de cambio sostenible. Los beneficios de estas inversiones trascienden las cifras y los balances contables: fortalecen las economías locales, desarrollan resiliencia frente a crisis futuras y mejoran la calidad de vida de las comunidades.


La inversión en I+D no solo optimiza procesos y reduce costos; también tiene el potencial de generar capacidades que trascienden proyectos específicos, transformando regiones enteras en ecosistemas de innovación. Esto fortalece el talento local, impulsa las cadenas de proveedores, abre nuevas oportunidades para pymes y contribuye al bienestar social y económico de largo plazo. Antofagasta, una región emblemática para la minería chilena, debiera destacar cómo un polo de desarrollo económico, aunque la realidad pone de manifiesto retos persistentes en equidad social y sostenibilidad ambiental.


La inversión en I+D es una apuesta a largo plazo que requiere voluntad política, visión estratégica y compromiso de todos los actores. Los resultados valen la pena: empresas transformadas en catalizadores de cambio, territorios convertidos en polos de innovación y un país que avanza hacia un desarrollo sostenible, equitativo y competitivo. Chile no puede permitirse quedarse atrás. Ahora es el momento de seguir impulsando industrias que nos hagan sentir orgullosos.


 
 
 

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